lunes, 4 de enero de 2010

Memorias de un egresado PARTE 1

Estando tan cerca de la Navidad, los sentimientos afloran en todos los sentidos. Recibiendo los mensajes de varios compañeros, comencé a recordar como los conocí. Eso me remonta al año 2004 cuando se inicia mi vida universitaria en la Facultad de Derecho de la UNMSM.

Mi primer gran recuerdo en la UNMSM como estudiante es el día de la matrícula. Ya había estado frecuentando el campus semanas antes de iniciar los estudios debido a los cursos de verano que organizaba el Centro Federado, gracias a los cuales pude tener una información general de lo que viviría dentro de la Decana de América. Pues bien, esas primeras charlas me sirvieron de mucho por cuanto la matrícula implicó que llegue muy temprano a la puerta de la facultad, a hacer cola para esperar matricularme sin problemas; no solo yo, sino cientos de compañeros que luego conformaríamos una familia, llamada, Base 2004.

Una vez matriculado estaba presto a iniciar mis clases, las cuáles empezaron posteriores a la Semana Santa de ese año. El régimen anual comprendía 13 cursos de igual creditaje, un aproximado de 3 cursos por 3 días y 2 por 2 días (no me gustaba estudiar hasta el sábado). Sería la primera materia que cursaría Informática jurídica, un lunes a las 6:00 pm bajo la cátedra de la Dra. Velarde Koechlin. Recuerdo que me dio una buena impresión y que se retomaba un concepto que había dejado de ver desde el colegio, nombrar un delegado. Allí designaron a Rubén Molina, quien sería nuestro primer delegado de Base a su vez.

A las 7:30 tenía otro curso, Sociología General y jurídica con el Dr. Horna Torres. Por primera vez escuchaba nombres como Max Weber, Emile Durkheim y otros autores que representaban otro nivel dentro de mi formación académica. Así también me volví a encontrar con quien fuera mi némesis (pero hoy una entrañable amiga) Ana María Ávila, con quien me di una buena pelea para ingresar a la Universidad pero que ahora ella está a punto de convertirse en una gran doctora (espero que no me cobre las consultas por los buenos tiempos). También conocí a Jesús Tinoco (quien me da impresión de ser algo mayorcito), Blanca Capcha, Rolando Breña, Brucy Paredes, Ignacio Campos, Ivonne entre otros ilustres noctámbulos. Obviamente que no estaba solo, mi gran amigo Pablo Huapaya fue mi cómplice desde la Academia Aduni y ahora compartía conmigo la carrera y que duda cabe fue el gran apoyo (en realidad mutuo) para empezar, desarrollar y concluir exitosamente la carrera.

Acabada la clase de Horna, a las nueve iniciaba otra clase (que bonita forma de empezar la semana, era Biología General con el profesor David Hinojosa. Fue un curso que me llevaba a una materia que no era de mi agrado en la secundaria, pero era interesante verlo desde una perspectiva universitaria. El Dr. Hinojosa es un catedrático muy estricto, pero si era muy presto a absolver nuestras dudas y ser enérgico cuando la situación lo ameritaba. Así pues el día lunes acaba a las 10:30 pm para mi.

Los martes iniciaba temprano, a las 10:30 am llevaba matemática y estadística (que ahora fue volado de la currícula) con la Profesora De Paz Apéstegui, una profesora muy buena y exigente que a más de uno haría patalear en el año. En esa clase conocí a la cosmopolita, simpática y talentosa Milagros García, una amiga muy buena y precoz, como todos los genios. La ventaja de vivir cerca me permitía regresar a mi casa ni bien concluía ese curso, para ayudar en la tienda que tenemos (mi gran lastre hasta el día de hoy, pero con la que a la larga tengo una relación de amor - odio). Ya a las 6pm retornaba a la Facultad para mi 5ta clase de la semana, con el Dr. Santos Isla y la cátedra de Psicología y psicopatología.

Los miércoles se convertirían en los días geniales, por cuanto me tocaban los dos principales cursos de la carrera. Me estoy refiriendo a Historia General del Derecho, donde haría su aparición en mi vida el brillante Dr. José Antonio Silva Vallejo, a quien debo la primera humillación pública en la Facultad, tras fustigar duramente mi pésima forma de expresión así como mi bajo nivel académico frente a lo que se requeriría para ser un brillante abogado; tiempo después, recordaría junto con él esa anécdota, ya no como su estudiante, sino como su asistente personal; Eunice Cabrera sería otra gran amiga a la que conocería gracias a esta cátedra, pues ella tuvo la valentía, en todo el sentido de la palabra, de asumir la delegatura de ese curso. Tras culminar su clase, se daba paso a la cátedra de Introducción al Derecho, donde el legendario Dr. Ñique de la Puente hacía delirar en niveles impresionante a quienes concurríamos masivamente a sus clases; amado e idolatrado por unos, odiado u envidiado por otros´, fue una cátedra de la que aprendí muchísimo así como pude acercarme un poco al vaivén político dentro de la Universidad, sobre todo por las aspiraciones decanales de ese entonces del Dr. las cuales serían frustradas ese mismo año, pero se tomaría la revancha en 2007. Para finalizar la noche, casi maratónica pues desde las 6pm a las 10:30 no parábamos, nos tocaba clase de Historia de la Literatura con el profesor Matthews, un sujeto de lo más peculiar y que hacía de la cátedra una auténtica tertulia con sus toques de ironía.

Los jueves asistía por las mañanas para una sola clase, la del fallecido Dr. Cruz Godo, un catedrático a carta cabal que tenía a su cargo el dictado de Historia de las Doctrinas Económicas (cátedra que me fue de suma utilidad cuando asumí el dictado del curso de Economía a nivel preuniversitario); el Dr. era bastante gentil y cordial, pero sabía increpar a los estudiantes remolones, sin embargo, todos sentimos su fallecimiento el año pasado y hasta hoy sentimos su ausencia. Por las noches tenía mi cátedra de Historia de la Filosofía, donde conocí a otras dos geniales amigas, Carolina Romero y a Mary Chaupis, así como a otros compañeros que no recuerdo con detalle; la cátedra era regentada por el Dr. Max López Cava, tocayo de uno de "Los Beatles" y creo que su maestro también, un catedrático que parecía no era el idóneo para el curso (las quejas eran constantes) pero que mal que bien sacó adelante el curso. Para cerrar ese día llevaba con el Dr. Hernández Campos el curso de Metodología de la Investigación; era un docente que se preocupaba por dar el material necesario para tener una orientación sobre lo que se desarrollaba, mas lo acertado en su labor fue contar con el apoyo de sus ayudantes de cátedra, quienes lo salvaron en más de una ocasión por los reclamos constantes que había sobre la metodología, en fin, son gajes del oficio.

Para culminar la semana, lo viernes temprano llevaba el curso de Italiano con un profesor muy amable y que hasta ahora dicta y a quien en verdad es un placer y un honor saludarlo cuando lo encuentras en el camino. A ese curso le debo el primer 20 que obtuve en la Universidad junto con Historia de la Literatura. Ya en la noche, como antesala para ir a "La Tripa" o el Acuario (su denominación social) llevaba el curso de Lingüística con el profesor Pimentel, quien era el que monopolizaba el curso en las demás secciones y si que tuvo una chamba fuerte, pero a quien recuerdo por ser con quien culminé mi primer año de Derecho, un viernes 17 de diciembre que di el examen final, para luego ir a celebrar la previa del cumpleaños de Charito.

También fue el año del primer amor y por supuesto de la primera desilusión estrepitosa, recuerdo que mucho me ayudó a superar esos penosos momentos una auténtica amiga incondicional de quien siempre agradezco haberla conocido, Miriam Rivera, quien tenía que soportar todos mis lamentos (muchos de ellos verdaderamente patéticos) pero quien me enseñó lo mucho que uno vale y verdaderamente se merece.

El primer año fue un éxito descomunal, la táctica de estudiar por las noches (10 de 13 cursos), anticiparme a algunos profesores de quienes ya tenía ciertas noticias y de ser muy empeñoso y siempre consultar me resultó. Obviamente que en este sentido quien se lleva las palmas es mi mentor y gran amigo Armando Flores, de quien siempre estaré agradecido por todas sus lecciones y porque siempre me hizo pisar tierra para soportar las inclemencias naturales para alguien que inicia la educación superior. No en vano es el primer profesor en mi vida a quien ayudo y asisto en su clase y del cual seré su eterno asistente.

Entre clases nocturnas, diálogos con Pablo, salidas con las nuevas amigas, una toma de la facultad por más de un mes por "los gusanos", unas escapadas a la Tripa o al Sky de vez en cuando y las frecuentes visitas a la biblioteca de la Facultad y de la Universidad, se pasó el primer del año de Derecho.

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