lunes, 28 de diciembre de 2009

LA UNIVERSIDAD ABIERTA Y SUS ENEMIGOS

Ad portas de egresar de mi Universidad, hay varios asuntos que a través de este tiempo he podido apreciar; estos abordan el ámbito académico, administrativo, estudiantil y funcional, entre otros, tanto de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos y de la Facultad de Derecho, específicamente, que es donde he desarrollado el Pregrado.

En primer lugar, comenzar con lo básico, el ingreso a la Universidad. Es interesante ver como, a pesar de la coyuntura de crisis, o que para muchos, servir como trabajadores en el extranjero es preferible, por la necesidad misma de sus hogares, a apostar por una carrera universitaria en el país, el número de postulantes a la Universidad se ha mantenido, claro, con altas y bajas, pero siempre hay un interés en ingresar a la misma. Sin embargo, ha jugado mucho en contra de ésta el que durante los últimos 5 años el examen de admisión haya variado, de la prueba tipo ensayo y cancelatoria, pasando por el examen de 3 cursos junto con razonamiento verbal y matemático; luego, dejando los dos últimos mencionados pero junto a 5 cursos y finalmente, el día de mañana, se retorna al examen con 18 cursos aunque dosificado el número de preguntas según la carrera a la que se postule.

Sobre eso, es lamentable que la OCA y entidades a cargo hayan sido incapaces de definir y adecuar el mejor mecanismo para asegurar que los estudiantes sean capaces de responder a la exigencia académica de la vida universitaria. Pues los exámenes de preguntas para marcar limitan al postulante a un ritmo mecánico y memorista que impide un correcto desarrollo del intelecto. Esto es, que utilice todas sus potencialidades para resolver problemas en diferentes niveles. Particularmente, considero que el examen oral que se tomaba décadas atrás sería el mecanismo más adecuado para calificar a los estudiantes, esto pues no debe fomentarse un ingreso por memorismo, sino que se incentive y admita a estudiantes que, aunque como todos, presentamos limitaciones, sus potencialidades puedan apreciarse al momento de sustentar, a través de la manera en que se desenvuelve ante el jurado y como afronta el desconocer un tema (esto porque no basta tener un alto intelecto para ingresar, sino contar con la madurez necesaria para sobrellevar el ritmo de la educación superior). En otros países, como Estado Unidos, el ingreso depende de una solicitud y una entrevista al postulante, donde el expone sus intereses y demuestra un nivel académico básico, pero que puede llegar a más.

En segundo término, la organización estudiantil. Una de las primeras cosas que vemos todos los estudiantes en nuestros primeros meses de Universidad es la activa participación política, lo cual es saludable para un país como el Perú, donde la participación democrática en la vida política del país es un hecho, claro que con sus propios conflictos, pero es la norma propiamente. Sin embargo, al ingresar un grupo político ya sea al Centro Federado, Tercio Estudiantil y Asamblea Estudiantil, los primeros en salir a la luz son los opositores, con aptitudes fiscalizadoras o también revanchistas. Sin embargo, alguien se ha preguntado ¿cuál es la labor específica para la cual estos estudiantes son elegidos? ¿Perciben remuneración alguna? ¿Cómo se financian las campañas? ¿Por qué en algunos casos se llegan a los golpes u enfrentamientos abiertos si no hay intereses? ¿O sí los hay? En ese aspecto considero que la representación estudiantil, la cual expresa el cogobierno en la Universidad es saludable así como un derecho de los estudiantes; pero, ¿cómo limitar tanta trifulca al respecto de los mismos? Sobre ello, lo principal es la transparencia, que se exhiba permanentemente cuáles son las tareas de los organismos estudiantiles y que perciben los representantes por su labor. Bajo el sistema actual, todo trabajo debe ser remunerado, la experiencia enseña que los cargos ad honores o sin remuneración no llevan a nada, pues no hay manera de exigir resultados a quien los detenta, además que nada perdería al renunciar, entonces, considero que dichos cargos deberían ser remunerados (obviamente no un sueldo tipo ministro) pero si lo adecuado para exigir algún exigir, podría ser la remuneración mínima vital, pero que para ello se exija una presencia permanente del representante en la facultad; y para quienes sean de últimos años, se le considere el año que dura su cargo como un año de prácticas o su equivalente según la facultad, lo cual permita que el representante se comprometa y se le pueda exigir resultados, pues si no caemos en figuras decorativas cuyas funciones, al ser desconocida, no pueden ser supervisadas correctamente. Así también se evitaría que personas que no fueron elegidas para un cargo permanezcan en las instalaciones destinadas a los representantes estudiantiles, pues no puede involucrarse el amiguismo con la labor política, esta última actitud no ha traído nada bueno en la vida política nacional, si no veamos los poderes del estado, carcomidos por la corrupción, el nepotismo y lobbys burocráticos.

De la misma manera, estos organismos (Tercio Estudiantil, Centro Federado) deberían tener como una prioridad asegurar que los profesores y estudiantes resuelvan sus diferencias de manera correcta, sin vicios ni pasiones, pues es lamentable ver como la exigencia de tachas o cátedras paralelas se presentan sin ser reflexionadas, motivadas por un ánimo de canibalismo inorgánico o los intereses de personas que quieren que la Universidad sea espacio de un grupo o tendencia, sin dar tregua o apertura a posiciones para el debate, lo cual resulta una actitud reprobable y autoritaria. Ver que se aperturen cursos a 3 meses de acabar el año académico es realmente escandaloso, que evidencia un nulo compromiso con la mejora académica de la Universidad.

Junto con esto, procurar resolver los conflictos entre los docentes y estudiantes de sus respectivos cursos, por cuanto suelen haber errores en la calificación que realizan los mismos, no definiendo los criterios adecuados al inicio del año, desconociendo lo planteado en el sílabo o por la misma improvisación de un trabajo mediocre. Así pues exigir la publicación de las notas finales una semana antes de ser pasadas a sus respectivas actas, así como plantear que cada catedrático disponga un día luego de publicadas las notas para absolver cualquier duda o interrogante SUSTENTADA de un estudiantes al cual no le parece o desea explicaciones de la nota recibida, bajo sanción de reducir su carga académica o descuento económico. También garantizar que las comunicaciones de emergencia o última hora lleguen a la mayoría de estudiantes, principalmente por el correo electrónico, creando para ello, páginas, groups o blogs en Internet; por algo, en el mismo 2004 la primera página web de la base en la que estudio fue creada por quien suscribe, motivado por la necesidad de una comunicación constante como base para mayor seguridad y planificación. Del mismo modo, abrir canales de comunicación para con los alumnos que presentan un descuido con su labora universitaria, debido a una precaria situación económica, una dificultad médica familiar u asuntos similares, abogando por la comprensión de los docentes y garantizando que no se cometan atropellos u originen malos conceptos contra los mismos.

Como tercer punto, es necesario que la Universidad y cada una de sus facultades y dependencias tengan, publiquen y difundan su Reglamento de Organización y funciones, así como el manual respectivo del mismo, pues las tasas para obtener algunos documentos varían dentro de las facultades, así como en momento el costo de la matrícula. Así también allí se contemplarían las funciones de cada una de las dependencias para saber a quien puede recurrirse en caso de un problema o dificultad que se presente.

En cuarto lugar, es impostergable una reforma en las currículas y en la manera de evaluación de los docentes. Si bien el mecanismo de examen parcial, final y monografía es el clásico en la Universidad, ello redunda al mecanicismo del estudiante. Profesores que se han actualizado en mecanismos pedagógicos incorporan también las prácticas periódicas, controles de lectura, simulaciones de juicio (lo que para los ingenieros serían sus prácticas en laboratorio), trabajos u ensayos sucintos que favorezcan la compenetración del estudiante con la cátedra y verificar cuanto avanza su aprendizaje. Esta labor es sobre fundamental en los `primeros años de carrera, lo ideal sería que se aplique en toda la carrera de forma progresiva, pero siendo realistas hay que comenzar de a pocos y preservar para obtener resultados.

En el último año de carrera los exámenes parciales y finales deben ser abolidos y reemplazados por una sola prueba, pero sin ese rigor de claustro como los parciales u finales que, aceptémoslo, para muchos estudiantes, alcanzan niveles de paranoia. Eso sí, se debe exigir más participación en clase y desarrollo de tareas u ensayos de investigación que familiaricen más a los estudiantes con estas categorías, pues es lamentable que la graduación por tesis sea tan reducida en el Pregrado, lo cual se corrobora a nivel de Postgrado pues muchos ingresan pero no terminan de graduarse por desconocer la manera correcta de investigar. Por supuesto que la cantidad de cursos en el último año de carrera deben ser menores que en los anteriores. En el último año de carrera en Derecho se estudian 15 horas y tres cuartos (21 horas pedagógicas), considerando solo los cursos obligatorios, lo cual no deja espacios para la investigación, considerando que muchos laboran por las mañanas hasta las 5 de la tarde y apenas tiempo disponen para llegar a las clases. Lo ideal sería 16 horas pedagógicas en cursos obligatorios, dando espacios horarios para poder investigar y dar tiempo a actividades de relajación, deporte, tertulias, actividades de extensión.

Por otro lado, es evidente que para quienes realizan una carrera en una Universidad Pública como San Marcos, de prestigio mundial, es imperativo que el programa SECIGRA sea obligatorio para todos los estudiantes. Para ello la Universidad debe realizar un trabajo con más entidades públicas las cuales alberguen y permitan el desarrollo a estudiantes sanmarquinos. La remuneración que se perciba debe cubrir el transporte y la alimentación (aunque ello lo podría brindar la misma unidad receptora), y una diferencia para financiarse sus gastos corrientes en la universidad (dígase fotocopias, anillados, impresiones y demás afines), esto por cuanto es un privilegio, en un país como el Perú, recibir una educación gratuita y de calidad. Así también haciendo esta labor se acercaría más al estudiante con la realidad del país, en el ámbito judicial, administrativo y social. Hay zonas en Lima donde se requiere asesoría jurídica, programas de apoyo y asistencia al menor y la madre en abandono; así también en el ámbito médico y educativo, y somos los sanmarquinos los primeros llamados a cubrir dichas necesidades, siendo nuestra Universidad la que recibe la mayor asignación del presupuesto entre las de su género, por parte del Estado. Solo así romperemos la idea de una Universidad como una entidad socialmente emigrada. Aunque parezca mentira, esta actitud elitista que se critica de la Universidad pública viene de un siglo atrás, el amauta J. C. Mariátegui y el gran Víctor Andrés Belaunde defendían, desde sus propias trincheras, la imperiosa necesidad de vincular más a las masas populares con la Universidad.

La participación en la vida política nacional tampoco puede dejarse se lado, y es que todos los campos que se desarrollan en las diversas facultades de nuestra cuatricentenaria casa de estudios involucran un aporte a la mejora de nuestro país, el cual quiere superar sus problemas y alcanzar un desarrollo que se verifique en un beneficio homogéneo a los distintos sectores sociales que componen al Perú. Entonces, la investigación y el trabajo en las aulas deben asegurar fórmulas y soluciones a los problemas de nuestra realidad, debiendo el Estado alentar estos proyectos, no solo financiando las investigaciones, sino aplicando los resultados de las mismas.

En último punto, por ahora pues este debate da para más, proponer que el expediente de cada estudiante sea revisado minuciosamente y si se encuentra que el estudiante ha devenido en una rémora para la casa de estudios, exigirle un compromiso mayor con la misma y, en última instancia, decretar una expulsión de la casa de estudios. La experiencia enseña que jóvenes con problemas económicos (que son los estructurales) hacen denodados esfuerzos y avanzan con sus carreras, de a pocos, pero demuestran ese interés y voluntad de progreso, así también que jóvenes de hogares acomodados solo ingresan a la Universidad y se dedican a esperar que pasen sus años de estudio para obtener su título, aprobando cada año con exámenes subsanatorios o cursos de verano casi en todos los cursos por los varios años que duran su carrera. Se comenta esto último para que no se tome esta propuesta como una actitud elitista o discriminadora, pues el prejuicio, el cliché, la mediocridad, la corrupción, la ineficiencia y el libertinaje son los enemigos que debemos combatir en todos los frentes, ayudando así a que la Universidad se consolide como una institución al servicio del pueblo que con sus tributos permite que esta siga funcionando y retribuirle al mismo ese esfuerzo que realiza.

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